En el movimiento natural de la población española se
distinguen tres etapas a lo largo de los cuales se va modificando la natalidad,
la mortalidad y el crecimiento demográfico. Las tres etapas son: régimen
demográfico antiguo: se mantuvo en España hasta mediados del siglo XX y se
caracterizaba por el predominio de una economía y sociedad rurales; la
inexistencia de controles eficaces de los nacimientos; mortalidad elevada por
la escasa dieta y las enfermedades, lo que hacía también una elevada mortalidad
infantil y una esperanza de vida baja, por lo que el crecimiento natural era
bajo.
Transición demográfica: este periodo comprende desde 1900 y
1975 y se caracteriza por el descenso de la natalidad de forma discontinua,
pues en 1920 aumentó por la prosperidad económica, pero durante la II
República, la Guerra Civil y la posguerra se produjo un notable descenso. Desde
mediados de la década de los 50 y 60 tuvo lugar el “baby boom”, pero hasta 1975
se produjo de nuevo un descenso. La mortalidad general e infantil descendió por
el incremento de vida y los avances médicos y sanitarios; incrementó el nivel
de vida por la mejora de la dieta y la esperanza de vida aumentó, por lo que el
crecimiento natural fue elevado.
El régimen demográfico actual abarca a partir desde 1975
hasta nuestros días. Este periodo se puede dividir en dos tipos: estructura por
sexo y edad y estructura económica.
La estructura por sexo es la relación entre el número de
mujeres y hombres que componen una población. Esta relación se mide mediante
las tasas de masculinidad y de feminidad. Los factores que influyen en la
estructura por sexo son el nacimiento siendo mayor el número de niños que el de
niñas, la mayor esperanza de vida de las mujeres y las migraciones dado que
suelen emigrar más hombres. En España estos factores hacen que en las edades
jóvenes predominen los hombres y en edad
más adulta tiende a igualarse hasta que en la vejez hay mayor número de
mujeres. Hay zonas rurales que, con la emigración femenina, hay más hombres en
edad adulta y anciana.
La estructura por edad es la composición de la población por
grupos de edad y se mide calculando los índices de juventud (porcentaje de
jóvenes) y de envejecimiento (porcentaje de ancianos) de una población. Ésta se
considera joven cuando el porcentaje de jóvenes supera el 35% y envejecida
cuando el porcentaje de ancianos supera el 12%.
Los factores que influyen en la estructura por edad son la
natalidad en el número de jóvenes; la esperanza de vida en el número de
ancianos y las migraciones dado que los migrantes suelen ser jóvenes.
En España la estructura por edad se encuentra envejecida,
pues los jóvenes. Las causas de esto son el descenso de la natalidad desde
1975, que ha reducido el número de jóvenes; el aumento de la esperanza de vida,
que ha incrementado el número de ancianos y la emigración de épocas pasadas,
que no se ha visto compensada por la inmigración. No obstante, hay diferencias
territoriales entre las comunidades con mayor porcentaje de jóvenes, que son
las que muestran tasas de natalidad relativamente más altas y esperanza de vida
más baja (sur peninsular), o las fuertemente inmigratorias (Madrid y litoral
mediterráneo). Por otro lado están las comunidades más envejecidas, que son las
que en el pasado se vieron muy afectadas por la emigración y cuentan
actualmente con bajas tasas de natalidad, alta esperanza de vida y un envejecimiento
causado por el retorno de antiguos emigrantes (Galicia y el interior
peninsular), y también las comunidades que se vieron muy prolongadamente
afectadas por la crisis de 1975 (cornisa cantábrica).
Las consecuencias del
envejecimiento son:
·
La desaceleración económica: debida a que
el envejecimiento reduce la población activa y la capacidad de innovación.
·
La elevación del gasto en pensiones:
procede de que su financiación no depende de las cotizaciones efectuadas por
las personas jubiladas durante su etapa laboral sino de las que realizan los
trabajadores en activo en cada momento. Por tanto, el incremento del número de
pensionistas y la reducción de los activos eleva el coste de las pensiones.
·
El incremento del gasto sanitario: deriva
de que los ancianos consumen más medicamentos, visitas médicas y estancias
hospitalarias.
·
Los cuidados y atenciones a la población
anciana: suponen un aumento de las cargas familiares y el incremento de la
demanda de residencias públicas y privadas, que actualmente son insuficientes.
Por otro lado, la estructura económica de la población
estudia la población que contribuye con su actividad al proceso productivo
(población activa) y los distintos sectores en que se desarrolla esa actividad
(los sectores económicos).
La población activa es el conjunto de personas de 16 años y
mas que suministran mano de obra para la producción de bienes y servicios o que
están disponibles y hacen gestiones para incorporarse a esta producción. Por
tanto, comprende a la población que trabaja a cambio de una retribución
(población activa ocupada) y a la que busca activamente empleo (población
activa desocupada), bien porque habiéndolo tenido está en paro, o bien porque
está buscando su primer empleo.
La población inactiva es la que no realiza un trabajo
remunerado ni se encuentra disponible para desempeñarlo, como pensionistas,
rentistas, estudiantes y personas dedicadas a las labores del hogar. Por este
motivo, depende económicamente de la población activa.
Los factores que influyen en la tasa de actividad son
demográficos, como el porcentaje de jóvenes y de ancianos, y el predomino de la
emigración o la inmigración; económicos, como el nivel de desarrollo, y
socioculturales, como la duración de la escolarización, el trabajo de la mujer
fuera del hogar y la edad de jubilación.
Existen diversos índices para medir la actividad de una población,
como la tasa de actividad, la tasa de paro y la tasa de dependencia.
La tasa de actividad experimentó una evolución pasando por
diferentes etapas:
Entre principios del siglo XX y la década de 1990, la tasa
de actividad descendió debido a la emigración y el aumento de la tasa de
dependencia. La emigración al exterior afectó a la tasa de actividad masculina
y la emigración interior redujo inicialmente la tasa de actividad femenina,
pues la mayoría de las mujeres que trabajaban en el campo no se incorporaron en
el mundo laboral en los nuevos destinos. El aumento de la tasa de dependencia
de los ancianos ha estado causado por la jubilación pagada y las
prejubilaciones, que adelantan la salida del mundo laboral.
Desde 1991, la tasa de actividad ha experimentado un fuerte
crecimiento por varias razones. Las mujeres incorporándose al mercado laboral.
La prosperidad económica tras la crisis de 1990-1995, animó a los activos
“ocultos” a incorporarse al mercado laboral ante la expectativa de encontrar
empleo y la inmigración ha incrementado la población activa. Desde 2008 estamos
en un periodo de crisis que produce el decrecimiento de la actividad laboral
por el aumento de emigrantes y el envejecimiento.
La tasa de actividad presenta variaciones según el sexo, la
edad y el territorio:
En función del sexo, la tasa de actividad masculina
descendió hasta 1996, debido a la emigración, las jubilaciones anticipadas
causadas por la crisis económica de 1975 y la reconversión industrial y la
crisis de 1990-1995, que descendió la búsqueda de empleo, ante las elevadas
cifras de paro. Desde 1996, la tasa se recupera ante la prosperidad económica y
el crecimiento de la inmigración. La tasa de actividad femenina aumenta desde
1970 facilitado por motivos ideológicos, demográficos y económicos.
En función de la edad, las mayores tasas de actividad para
los varones se dan entre los 35 y los 39 años, y para las mujeres, entre los 25
y los 29 y será a partir de ahí cuando su tasa decrece por el abandono del
trabajo por la difícil conciliación de trabajo y vida familiar.
En función del territorio, las tasas son más altas en
comunidades con mayor dinamismo económico, que ofrecen más posibilidades de
empleo en el sector terciario (Madrid, costa mediterránea y ambos archipiélagos)
o en comunidades con mayor diversidad económica (La Rioja o Navarra) En cambio,
son más bajas en zonas de menos dinamismo económico (interior peninsular y
Galicia) o las afectadas por la crisis industrial (cornisa cantábrica) y en las
poblaciones con mayor peso de la población joven (Andalucía) o envejecida
(interior peninsular).
En cuanto a la tasa de paro, también presenta una clara
evolución a lo largo del siglo XX y principios del XXI.
Hasta 1973 no fue un problema puesto que no superaba el 3%
de la población activa. La presión demográfica sobre el mercado laboral se resolvía
mediante la emigración y la escasa incorporación de la mujer al trabajo fuera
del hogar.
Entre 1973 y 1975 el paro aumentó por la destrucción del
empleo causada por la crisis, la reconversión industrial, mayor demanda laboral
por parte de mujeres y personas que habían marchado a otros países para
trabajar y una mayor población.
Entre 1985 y 1995 hubo una ligera mejora pero volvió a aumentar
el paro por la crisis en estos últimos años.
Desde 1995 a 2008, la tasa de paro descendió por la favorable
situación económica, la entrada al mercado laboral de generaciones menos
numerosas y las reformas legislativas.
En la actualidad la cifra de parados supera el 20% y esto se
debe a la crisis del 2008 debida a la especulación inmobiliaria, la burbuja
inmobiliaria y a la crisis económica mundial. En 2013 y 2014 la tasa de paro
llegó a alcanzar el 26%.
La tasa de paro presencia variaciones en función del sexo (mayor en el femenino), la edad
(mayor desempleo juvenil y en las personas mayores de 50 años), el nivel de
instrucción (más paro a menor cualificación), la época del año y la comunidad
autónoma (más paro en las de menos dinamismo económico o mayor peso de la
población joven como Murcia y Andalucía).
Por otro lado, España está experimentando profundas
transformaciones demográficas desde 1975. Ha dejado de ser un país natalista,
joven y emigratorio, para convertirse en un país con una de las tasas de
natalidad más bajas del mundo, envejecido e inmigratorio. Esto hace que se generen una serie de problemas.
Ante este cambio, se hacen proyecciones demográficas de
futuro en las que se calcula el
movimiento natural, los movimientos migratorios y el crecimiento y estructura
de la población.
En cuanto al movimiento natural, se prevé que decrezca por
la llegada de la edad fértil de las mujeres nacidas en la época de mayor
descenso de la natalidad. La tasa de mortalidad es baja y probablemente se estabilice
con los años. Además, el crecimiento natural será negativo por la poca tasa de
mortalidad y natalidad.
En cuanto a los movimientos migratorios, se prevé que
predominarán las migraciones internas entre comunidades autónomas o ciudades. La
inmigración extranjera es difícil de prever, ya que depende del número de
retornos y el mantenimiento de España
como destino inmigratorio.
Por último, respecto al crecimiento y la estructura de
población, se prevé que el crecimiento de la población aumente debido a la
inmigración aunque también puede haber
un estancamiento en el crecimiento natural de la población, pues mientras los
inmigrantes y los nacimientos disminuyen, la mortalidad aumenta. En la
estructura pro sexo seguirán predominando los varones entre los jóvenes y las
mujeres entre los ancianos. No obstante, las diferencias tenderán a disminuir
porque los hábitos de vida tienden a ser similares. En cuanto a la estructura
por edad, según las estadísticas, España en 2050 será uno de los países más
envejecidos del mundo, con escaso porcentaje de jóvenes (13,2%) y elevadas
cifras de ancianos (30,8%) lo que hace que aumente el número de dependientes. Para el problema del envejecimiento se toman
medias como retrasar la edad de jubilación, eliminar las prejubilaciones y el
fomento de los fondos de pensiones. En la estructura económica se pronostica un
descenso del paro por la necesidad de incrementar la tasa de actividad.